miércoles, 15 de julio de 2015

El abuso del retoque fotográfico

El retoque fotográfico no es algo necesariamente negativo pero, ¿dónde esta la línea que separa lo artístico de la dictadura de unos ideales de belleza homogénea?

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Es probable que, a no ser que tu cara sea tu fuente de ingresos o que te hayas creado una personalidad arrolladora en Internet, no tengas mucha experiencia con el retoque fotográfico. En cambio, la mayoría ha oído hablar de dicha técnica por las meteduras de pata a las que estamos acostumbrados; portadas con famosas a las que les desaparece un brazo o editoriales de moda con modelos cuyos muslos han sido demasiado “licuados”. A pesar de estar presente en casi todas las revistas, adelgazar a las modelos con Photoshop está muy mal visto últimamente -y por una buena razón-: no es muy común encontrar a alguien que no esté de acuerdo con el hecho de que el retoque excesivo en modelos y famosos es una característica negativa de los medios de comunicación. Incluso en South Park hicieron un capítulo al respecto, así que no estamos hablando de minoritario. Moldear anatómicamente a las mujeres hasta llegar a límites imposibles es muy problemático: la crítica feminista Nina Power en su libro One Dimensional Woman, describe Photoshop como una herramienta que “ha transformado la fotografía de moda en algo que prefieres tocar en lugar de imitar” y, aunque muchos fotógrafos ya han adoptado esa idea en su marca de identidad, no le falta razón cuando dice que los cuerpos que aparecen en las revistas y la publicidad distan tanto de la realidad que parecen figuras de porcelana en lugar de mujeres. El retoque no tiene buena fama y no debería tenerla, ya que es difícil estar de acuerdo con una práctica que, principalmente, se encarga de convertir la belleza en algo homogéneo.

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Este problema no debería quedarse en la rabia de un determinado grupo de gente y en una simple petición en “Change.org”. Desde el punto de vista creativo, no hay nada malo en editar las fotografías: la mayoría de imágenes que ves en las revistas de moda están retocadas para potenciar colores y texturas que se pierden con la cámara, aunque la idea de la pérdida también es algo interesante. El resultado de la fotografía digital es, a menudo, muy plano y demasiado real. Puede que a partir de la subida del precio de los carretes analógicos, los fotógrafos estén empezando a buscar distantas formas de experimentar con la sofisticación técnica de las imágenes digitales. Lo que ocurre es que el retoque se convierte en un problema cuando la imagen final trata de engañar o manipular al público. Inflar y desinflar el cuerpo para promover unos cánones de belleza anti-naturales no está bien, pero hay muchos más matices sobre este tema.

A pesar de las cinturas imposibles y las piernas kilométricas, existen argumentos convincentes a favor del retoque. Puede que deformar el cuerpo digitalmente sea algo desagradable, pero ¿no es peor censurar la visión y el discurso de un artista para encajar con los principios culturales ‘aceptables’ para la sociedad? La gente habla mucho sobre lo dañinas que son las fotos retocadas para la confianza de las jóvenes, pero esto tiene mucho más que ver con un simple catálogo de Victoria’s Secret.

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Adulterar el cuerpo de una mujer con un propósito aspiracional y comercial es algo horrendo, pero hacerlo para generar un discurso artístico dista del objetivo puramente capitalista de dicha técnica. Fuera de la corriente general de gente que se dedica al retoque están artistas como Jeff Koons, Nick Knight o los músicos PC Music, que han adoptado el Photoshop como parte de su patrimonio artístico. En sus manos se cuestiona la homogeneidad de la que hablábamos y se crea un nuevo imaginario digital que supone un elemento esencial de su estética.

Este tema es mucho más complejo y no se soluciona sentenciando a todos los fotógrafos que firmen obras que no son 100% al natural. Hay que tener en cuenta que hay diferencias entre la moda y la publicidad y que todo es relativo porque, si iniciamos una reyerta en contra de cualquiera que retoque una fotografía, podemos caer en el conservadurismo a pesar de lo liberales que sean nuestras intenciones. A pesar de que esto último no suene como algo que diría alguien que no está a favor de dicha práctica, no es así en absoluto: en el pasado nos hemos encontrado en situaciones en las que las fotos han sido retocadas de forma abusiva y, la verdad, creemos que no ayuda a nadie.

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Sin embargo, la libertad creativa es algo vital, y renunciar a cualquier tipo de foto por el hecho de que está retocada sería adoptar una postura demasiado radical; eso sí: en el momento en el que la manipulación de imágenes se descontrola, las cosas tienen que cambiar.  En realidad, lo que de verdad importa es cómo entendemos la belleza: si el retoque consiste en crear un ideal de belleza determinado, entonces necesitamos algo que sea opuesto a esa idea. Si los aliens llegaran hoy a la tierra y trataran de estudiar la raza humana a través de los medios de comunicación, pensarían que todos somos unos seres de 1’90m, bronceados y con piel de porcelana. Pero somos bajos, tenemos pecas y la piel grasa. Y eso, a veces, también puede ser bello.

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